La primera reacción al contemplar las obras de Claudia Adriazola es que sus pinturas están fuera de foco. Pero al instante y mirando con más detención la mancha difusa se empieza a integrar a lo que parece ser un campo visual más amplio. Y quizás esa es la invitación. Porque conscientemente la artista esconde o no privilegia la imagen literal de su referente pictórico.
¿Para qué lo hace? Es probable que sólo quiera evocar, sugerir, regalar o insinuar una pista al espectador. ¿O no es verdad que luego de enfrentarse a la obra “Otoño” aparecen nuestros propios otoños?. ¿O ninguno?.
De eso se trata al parecer. Pero, ¿qué nos dice tanta flor de loto en húmedos paisajes de sures que quizás no hemos visto?. A mí me traslada al Marga-Marga, al barro que le da su origen, a la esforzada belleza que alcanza su luz.
Y el forzado primer plano de un solitario espino no es acaso la orilla de un camino que deja ser monótono …. Puede ser.
Pero, ¿flores, arbustos, mares, ríos, árboles y paisajes, incluso puentes y rieles sombríos tienen un hilo conductor más allá de la técnica mixta de acrílicos, pasteles y encáustica?.
Me aventuro en creer que sí. Intuyo que la gran temática de esta muestra individual es lo que algunos llaman el lar, el origen, el lugar habitado en el sentido amplio de la memoria conceptual de la artista en búsqueda de que completemos su mirada con la nuestra.
Jorge Reyes Villablanca
Periodista.